Tengo dos hijas: una de nueve años y otra de seis. Como mi cumpleaños se acercaba, pensaron en qué podían hacer por mí. Un día antes de mi cumpleaños, me preguntaron con apremio cuál era mi deseo. “Bueno, quiero que canten juntas un cántico nuevo para mí.” Mi hija mayor dijo que sí de inmediato. El problema era mi hija menor, que todavía no sabía leer. Para cumplir mi deseo, mi hija mayor le enseñó a su hermana menor la letra del cántico. Estaba un poco preocupada, y efectivamente, las escuché discutir. Después de un rato, mi hija menor se me acercó y preguntó: “Mamá, ¿realmente quiere que le cantemos un cántico nuevo?” “Sí, quiero que ambas canten un cántico nuevo sin discutir.” Luego de confirmar mi deseo, mi hija menor fue con su hermana mayor y le dijo que lo haría con ella. Mi hija mayor le enseñó con calma a su hermana la letra línea por línea, y mi hija menor practicó cantando el cántico muchas veces aunque no sabía pronunciar las palabras correctamente. En mi cumpleaños, mis hijas cantaron con sus pequeños labios como pollitos. Incluso prepararon un baile para la canción. Pude sentir su amor por mí, y parecía que había recibido un gran regalo. Aunque no somos perfectos, si estamos unidos el uno con el otro, la Madre celestial también estará muy complacida. Como hija de la Madre, quiero complacerla predicando el evangelio en unidad con mis hermanos.
