Desde que recibí la verdad, escuchaba la voz de la Madre y la veía a menudo en las reuniones de la iglesia. Daba por descontadas estas oportunidades, pero de repente me di cuenta de las grandes bendiciones que eran, escuchando un sermón durante el culto.
Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. (Ap. 21:2)
La Nueva Jerusalén, que desciende del cielo, de Dios, es la Madre celestial. Dios Madre Todopoderoso ha venido a la tierra para morar con sus hijos. ¡Qué gran bendición es que podamos escuchar directamente la voz de la Madre celestial y verla con nuestros propios ojos!
Los israelitas temían incluso la voz de Dios, lo que me hace reflexionar sobre si me he acercado a la Madre celestial con temor. Aunque Ella está en la carne como nosotros, debemos tener en cuenta que es Dios que siempre debemos venerar y adorar.