Kimberly Martinez
A menudo, es posible que nos resulte difícil olvidar nuestros sentimientos heridos. Aunque pensé que había dejado ir mis sentimientos heridos, volvían a surgir y reaparecían en mi corazón.
“Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda.” (Mt. 18:26-30)
El Padre y la Madre celestiales perdonaron mis graves pecados que no pueden ser disculpados; sin embargo, yo no podía hacer lo mismo con los demás. Como el siervo despiadado de la parábola, había exigido a los demás que me pagaran todo, hasta lo más pequeño.
Dado que el Padre y la Madre celestiales nos han hecho herederos del reino de los cielos con cada bendición, no debo aferrarme a ninguna deuda de mis hermanos, excepto a la deuda de amarnos unos a otros.