Un día, cuando estaba en una misión de corto plazo, predicando el evangelio en el extranjero, encontré una flor en el camino; sin darme cuenta la recogí y le sacudí el polvo. Era muy hermosa de cerca. Se la di a una hermana y le dije: “Hermana, esta hermosa flor se parece a usted”. Luego, con un brillo en los ojos, dijo algo que dejó una profunda impresión en mi alma:
“¡La creación de la Madre!”
“Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.” (Ap. 4:11)
Su palabra cambió totalmente mi punto de vista de fe. Realmente me tocó el corazón darme cuenta de que toda la naturaleza y las criaturas vivientes que me rodean son la creación del Padre y la Madre celestiales, no solo literalmente, sino en realidad. La Madre celestial es nuestro Dios Todopoderoso que creó todas las cosas, pero vino a la tierra dejando atrás toda su gloria. Realmente doy gracias a Dios por su grandioso y profundo amor por sus hijos perdidos que aún no han sido encontrados.