Cuando era niña, mi papá no estaba mucho en casa porque estaba ocupado administrando un negocio. Yo planchaba sus camisas y lustraba sus zapatos para ayudarlo. Entonces él me enseñó con amabilidad cómo cuidar de sus zapatos y dejarlos hermosamente brillantes. Y mi mamá, para que yo pudiera dejar listas sus camisas, me enseñó exactamente cómo utilizar la plancha con cuidado y coser botones cuando se desprendían.
Aunque podía pasar un limitado tiempo con mi papá debido a su ocupado horario de trabajo, siempre mantenía una relación estrecha con él. Podía sentir su sacrificio y amor mientras lustraba con esmero sus zapatos, ya que trabajaba mucho para mantener a nuestra familia. Hacer las labores asignadas con alegría era la forma de expresar mi amor y de acercarme a él.
A pesar de ser joven y carecer de habilidad, mi papá me dejaba hacer eso en lugar de que alguien más lo hiciera. Se sentía orgulloso al usar los zapatos y camisas preparados por su hija, y a menudo elogiaba mi trabajo: “Mis zapatos se ven brillantes en estos días”. Ayudarlo no era un gran trabajo, pero sí una misión importante para mí, porque era para mi papá, que trabajaba para que yo tuviera una vida mejor. Siempre me sentía feliz haciendo las labores que me encomendaban.
Esta historia de mi infancia me recuerda la obra del evangelio que se me confió, y me siento avergonzada ante Dios. El Padre celestial dio a conocer todas las verdades de la Biblia, y la Madre celestial me guía mostrándome exactamente qué hacer. Sin embargo, cuando empecé a participar en la obra del evangelio, me sentía agobiada, preocupada e indecisa. Con frecuencia creaba excusas pensando que estaba muy ocupada o que era muy débil. Pensé que era demasiado difícil predicar el evangelio y estudiar la palabra de Dios. Y también pensé: “¿El Padre y la Madre me amarán también a mí?”, y temía. Anhelaba sentir el amor de Dios, pero no sabía cómo.
Ahora he sentido de nuevo el amor de Dios Elohim a través de este hermoso recuerdo de mi infancia con mi papá. La oportunidad de participar en el evangelio fue el amor de Dios por mí. Aunque carezco de habilidad, Dios me permitió hacer la obra solo porque soy su hija, y preparó para mí todas las condiciones para predicar el evangelio. A partir de ahora, me esforzaré por ser una hija filial y expresaré mi amor a los Padres celestiales a través de la obra del evangelio. Jactándome del Padre y la Madre celestiales, prepararé un precioso vestido que la Madre pueda usar también en el reino de los cielos.