Hace un año, mi madre tuvo que dejar nuestra casa e irse a trabajar a otro país, debido a las dificultades económicas de mi familia. Mi padre, mi madre y yo estábamos separados y vivíamos en tres lugares diferentes, alejados el uno del otro. Mi madre me llamaba a menudo, pero nunca se quejaba de su trabajo ni compartía ninguna de sus dificultades. A veces, cuando nuestras llamadas telefónicas eran muy breves, siempre me decía: “Solo quería escuchar tu voz y saber si estás bien. Te amo”. En ese momento, no comprendía su amor incondicional y sufrimiento oculto.
Hace unas semanas, mi madre vino a mi casa y se quedó un par de días. Durante su estadía, hizo una confesión que me partió el corazón. Me contó que un mes después de comenzar su trabajo en el extranjero, se cayó y se cortó la pierna con un objeto punzante. Era una herida grande que requería sutura. Sin embargo, no recibió anestesia porque era extranjera. Finalmente, se sometió a la sutura sin anestesia y tuvo un dolor terrible. Luego también me dijo, con una sonrisa en el rostro, que durante algún tiempo después de la cirugía no pudo caminar. Pero no quiso contarnos ni a mi padre ni a mí porque estaríamos preocupados y angustiados por ella.
Después de escucharla, me entristecí mucho. Pero una vez más, entendí lo grande que es el amor y el sacrificio de una madre. Todas las madres siempre esconden su dolor y sonríen alegremente frente a sus hijos; siempre cuidan a sus hijos, aunque estén más que exhaustas; y siempre los escuchan y consuelan, aunque ellas no tengan a nadie para aliviar su propia carga.
Hoy pensé en la Madre celestial que dejó la patria celestial y vino a esta tierra en persona para encontrar y salvar a sus hijos perdidos. La Madre celestial sufre todos los días un dolor terrible, con innumerables heridas causadas por nuestros graves pecados, pero nunca se queja y siempre nos recibe con una sonrisa amplia y cálida. Su corazón está lleno de amor incondicional por todos sus hijos, pero a veces no nos damos cuenta de esto. El Padre celestial debe de sentirse desconsolado cuando ve nuestro comportamiento inmaduro con nuestra Madre, que sufre en silencio. Me siento realmente arrepentida ante el Padre y la Madre celestiales.
Espero comprender todo el gran sacrificio y amor incondicional del Padre y la Madre celestiales por nosotros y seguirlos siempre con un corazón lleno de gratitud.