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Entendimiento

Las manos de mamá

2019.04137
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  • Esto me sucedió hace algunos años. Recibí la bendición de lavar las sillas de plástico de Sion. Una por una frotaba, refregaba y enjuagaba cada silla con una esponja, tratando de quitarles las manchas. Frotándolas con fuerza por todas partes, recuperaban una por una su color original que era blanco.

    Ya que eran seiscientas, no pude descansar en ningún momento, para poder terminar en ese día. Llegó a ser un trabajo más doloroso de lo que imaginé. Las sillas apiladas como montañas fueron limpiadas una por una, y el trabajo que comenzó a las 9 a. m. terminó alrededor de las 6 p. m.

    Después de fregar el suelo y secar bien, traté de sacarme el anillo que usaba para poder tomar una ducha, pero no salía. Todos mis nudillos estaban hinchados por haberme mordido tantas veces los dedos al frotar las sillas, y hasta los huesos me dolían por haber tenido todo el día las manos sumergidas en agua con detergente.

    Cuando miré mis manos, quedé impactado: eran exactamente iguales a las de mi madre. No pude contener la emoción; comencé a llorar como un niño, derramando muchas lágrimas, y besando mis manos exclamaba: “Lo siento mucho, mamá”, “Te quiero mucho, mamá”, “Tus manos son muy bonitas, mamá”.

    Cuando era todavía universitario, mi mamá solía prepararme el almuerzo cuando llegaba a casa después de clases. Sin embargo, una día me disculpé con ella y le dije que no iba a almorzar porque me dolía un poco la cabeza, y me fui a mi habitación a descansar. Entonces mi mamá me trajo una taza de té con limón y una pastilla para el dolor de cabeza. Masajeando mi cabeza me dijo con voz triste: “Cuando tú o tus hermanos están mal, yo sufro mucho más que ustedes”.

    Las manos de mi mamá eran realmente mágicas. Comencé a relajarme, y el dolor comenzó a desaparecer. Entonces, sentía las manos de mi madre masajeando mi cabeza y mi rostro. Así que diciéndole: “Mamá, tus manos están muy gorditas”, traté de sacar su sortija de matrimonio pero no salía. Así que añadí: “Vamos a salir a correr temprano todos los días para que bajes de peso”. Cuando mi mamá escuchó mis palabras solo sonrió y me dijo: “Está bien hijo, vamos a salir a correr”.

    Entonces, las manos de mi madre que originalmente nunca estuvieron gorditas, siempre estuvieron hinchadas como si las hubiesen golpeado. Es porque mi madre lavaba todos los días a mano ropa ajena para poder pagar los gastos escolares de sus tres hijos, porque lo que ganaba mi padre no era suficiente. En aquel tiempo en que no había lavadora, ella lavaba toda la ropa a mano con jabón, escobilla y detergente, frotando cada prenda contra una tabla de lavar. ¡Cuánto dolor debe de haber tenido todos los días! Es por esta razón que mi madre sufrió a temprana edad de artrosis, y el primer lugar en el que se le manifestó la enfermedad fue en sus manos. Sus manos se torcieron por la artrosis, y a menudo quedaban entumecidas por horas después de sus faenas de trabajo. Aun así, mi madre seguía haciendo este gran sacrificio para que a mí y a mis dos hermanos no nos faltara nada, y para que termináramos nuestros estudios. Pero yo no podía ver su gran dolor ni entender su corazón, por mi necedad e inmadurez. Mi mamá falleció por la enfermedad hace diez años, y perdí la oportunidad de pedirle perdón en este mundo.

    No fue sino hasta el día en que hice un trabajo parecido al que mi madre hacía, por lo menos por un día, que al fin pude entender su corazón y sentir más profundamente su inmenso amor. Besé mis manos y exclamé deseando que mi madre me escuchara: “Lo siento mucho, mamá”, “Te quiero mucho, mamá”, “Tus manos son muy bonitas, mamá”.

    Refresco mi mente cada día mirando mis manos tan parecidas a las de mi madre. Cuando veo a alguien hacer el servicio de fregar el piso o lavar en la iglesia, lo ayudo, recordando el amor de mi mamá. Y cuando veo a alguien inmaduro deseando solo recibir amor porque todavía es tardo en comprender, no puedo evitar verme a mí mismo, así que lo consuelo.

    ¡Cuánto se ha sacrificado nuestra Madre celestial hasta que este hijo necio por fin pudiera entender un poco de su corazón! Sé que nada de lo que yo haga puede compensar completamente su eterno y santo sacrificio; sin embargo, durante el resto de mis días en esta tierra, serviré a la Madre del cielo y cuidaré bien a mis hermanos celestiales, para retribuir su infinito amor al menos un poco.

    Madre celestial, lo siento mucho, la amo mucho y sus manos son las más bonitas.
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