Estudio la carrera de derecho y hace poco tuve una conferencia sobre testamentos.
Las propiedades de una persona se distribuyen de acuerdo con su testamento, si redactó uno antes de morir. Cuando una persona hace un testamento, también debe designar a un albacea o testamentario que será responsable de llevar a cabo sus deseos, como hacer arreglos para el funeral, localizar todos los activos relevantes y pagar las deudas del difunto. El albacea puede estar estresado, ya que ejerce un importante papel de solucionar varios problemas durante el momento de duelo.
El albacea debe cumplir los deseos del difunto con honestidad, diligencia y justicia. Si el albacea no cumple con su deber de acuerdo con la voluntad del difunto, el tribunal tiene el poder de destituirlo y designar a otro albacea para que continúe cumpliendo la voluntad del difunto. Ser designado como albacea puede ser visto como un gran honor, pues generalmente las personas nombran a alguien confiable o competente como su albacea.
A través de esta lectura, me di cuenta de que somos los albaceas espirituales para llevar a cabo la voluntad de Dios. Antes de que el Padre celestial subiera al cielo, nos dio la última misión de ir y hacer discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que Él nos ha mandado (Mt. 28:18-20). Esta grandiosa misión no fue confiada a nadie más que a nosotros. Dios nos aprobó como albaceas espirituales para llevar a cabo su voluntad. ¡Qué glorioso y digno de gratitud!
Los albaceas físicos ejecutan un testamento sin esperar nada a cambio; pero a quienes llevan a cabo su voluntad, Dios les prometió la gloria eterna del reino de los cielos y el real sacerdocio. ¡Pensando en la bendición, podemos trabajar ferviente y alegremente por el evangelio!
Realmente doy gracias al Padre y a la Madre celestiales por permitirme ser su albacea en esta época. Ciertamente llevaré a cabo su voluntad de salvar a siete mil millones de personas en todo el mundo.