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El Evangelio del Reino en Todo el Mundo

Al igual que el buen samaritano

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  • Pese a que nunca antes estuve allí, Perú era un lugar familiar porque aprendí de él a través de vídeos y fragancias de Sion. Me sentía emocionada mientras me preparaba para la misión de corto plazo a Perú, pensando en todas las cosas que podía aprender.

    Nuestra zona de predicación por tres semanas fue Huancayo, que está ubicado a 3200 metros sobre el nivel del mar en la zona central del Perú. Durante el viaje de ocho horas en autobús desde Lima, la capital, hasta Huancayo, nuestra respiración se hizo más rápida a una altura radicalmente elevada. Era mal de altura. Aunque estábamos cansados, nos sentíamos entusiasmados por estar en el lugar donde los profetas, antes que nosotros, sembraron la semilla del evangelio y establecieron Sion. Antes de ir a Perú, participé dos veces en misiones de corto plazo en otros países, pero como el resultado no fue bueno, pensaba que estaría agradecida con solo llevar un hermoso fruto en el Perú a pesar de atravesar cualquier prueba.

    Después de acostumbrarnos al clima de montaña, salimos a predicar con los miembros de una iglesia sucursal cerca de Huancayo. A medida que encontraba almas una por una, me sentí ansiosa. Recordé las palabras de la Madre celestial sobre no pasar de largo de las almas moribundas como el buen samaritano. Pese a estar exhaustos por caminar mucho, no podíamos detenernos porque sentíamos el corazón ansioso de Dios de salvar incluso un alma más.

    Camino de regreso a Sion debido a la hora, vimos a dos personas caminando hacia nosotros al otro lado. Pensando que era nuestra última oportunidad, les predicamos. Sus ojos brillaban mientras escuchaban. Les explicamos sobre la bendición de la salvación, y dijeron que la recibirían de inmediato y les pedimos venir a la iglesia. Estaba tan conmovida que no puedo describir con palabras lo que sentí en ese momento.

    “Me sorprendí por el nombre nuevo en la época del Espíritu Santo. Gracias a Dios por enviarlos.”

    Ambos vinieron a la iglesia muy de noche, recibieron una nueva vida y dieron gracias a Dios. Al ver venir a Sion a aquellas dos almas, comprendí que cuando actuamos como el buen samaritano según la voluntad de Dios, indudablemente encontraremos a los miembros de nuestra familia celestial.

    A mitad del viaje misionero, aprendimos sobre el poder de la unidad. Cuando predicábamos con los miembros locales, a veces me sentía frustrada porque no actuaban como yo quería. Pero entonces, recordé las palabras de la Madre que enfatizó la unidad entre los miembros, y algo llegó a mi mente. Pensé en si había lastimado a los miembros insistiendo en mis opiniones y me arrepentí.

    Al día siguiente, sostuve firmemente las manos de una hermana, sintiéndome avergonzada, y le dije: “Gracias al Padre y la Madre; hermana, la amo”, y fuimos a predicar. Luego, encontramos a una familia en la calle. Cuando le preguntamos al señor si creía en Dios, él contestó: “Mucho”. Al comprender a la Madre celestial de inmediato, llevó a toda su familia a Sion y los cinco se convirtieron en hijos de Dios. Desde entonces, la familia del hermano César sigue estudiando la Biblia regularmente y guardando los cultos con solemnidad.

    La misión de corto plazo al Perú me hizo arrepentirme por completo y aprender la voluntad de Dios. No me había deshecho de mi naturaleza pecadora y deseos insensatos, sino que tenía la confianza de ser obrera del evangelio. Nunca olvidaré los momentos en que aprendí la unidad, la paciencia y el corazón de Dios. Grabando lo que he aprendido y la gracia de Dios mediante la misión de corto plazo, me esforzaré por buscar y cuidar a mis hermanos y hermanas perdidos.
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