“La sugerencia del gobierno de tomar medidas preventivas contra la pandemia mientras continuamos con nuestra vida diaria, no significa que estemos regresando al estilo de vida anterior a la COVID-19. Es posible que no podamos volver al estilo de vida que teníamos antes de la pandemia.”
Lo que escuché en las noticias me hizo pensar mucho. Las restricciones a nivel nacional que empezaron en marzo del año pasado cuando comenzó la pandemia de la COVID-19, parecían no tener fin, y era difícil incluso ver los rostros de los hermanos, sin mencionar el reunirnos todos para rendir culto. Como misionero que lleva a cabo la voluntad de Dios, me preguntaba cómo debía llevar a cabo la obra del evangelio en esta situación. Justo en ese momento, la Madre dijo: “No nos sintamos desanimados en estos tiempos difíciles, sino prediquemos la verdad de la salvación y el amor de Dios a los amados miembros de nuestra familia”. Esta petición sincera de la Madre conmovió mi corazón.
No fueron solo los miembros de nuestra Sion quienes grabaron las palabras de la Madre en sus corazones y se dieron cuenta de la nueva dirección y visión del evangelio con claridad, sino que también lo hicieron todos los hermanos de Argentina. Todos los miembros de Argentina y Uruguay, que es un país vecino, hicieron la resolución de salvar muchas almas por el amor de la Madre que solo piensa en la salvación de sus hijos en cada momento. Fue entonces cuando comenzó nuestra Fiesta de Predicación “Hogar Feliz”. Al escuchar esto, la Madre nos animó, diciendo: “Lleven muchos buenos frutos con el amor que comparte hasta una judía con los demás”.
Nuestra fiesta de predicación no fue como las anteriores en las que escuchábamos sobre el nacimiento de nuevas vidas en todas partes desde el primer día. Fue tranquila. No estoy diciendo que no pasara nada. Los hermanos se esforzaron por brindar un consuelo sincero a los miembros de su familia que están temblando de miedo y por la soledad causada por las restricciones y las dificultades financieras, y por compartir la bendición de Dios con ellos. También intentaron compartir el amor con las personas que no habían estado cuidando como querían, debido a su apretada agenda o la larga distancia entre ellos, enviándoles mensajes de ánimo, cartas en vídeo, cartas escritas a mano y bocadillos caseros, ayudándolos con sus quehaceres domésticos, expresándoles gratitud, etc.
Aunque los hermanos continuaron orando y esforzándose con un solo corazón, no se produjeron muchos frutos del evangelio hasta la mitad de la fiesta de predicación. El resultado visible podría haberlos desanimado. No obstante, los hermanos oraron a Dios con más fervor y conmovieron el corazón de sus seres queridos sin darse por vencidos.
Para practicar “el amor que comparte hasta una judía con los demás”, como nos dijo la Madre, hicimos un esfuerzo por ayudar a nuestros vecinos que estaban sufriendo dificultades económicas debido a la pandemia. Todos los hermanos de Argentina y Uruguay, desde Jujuy, el extremo norte, hasta Ushuaia, el extremo sur de Argentina, conocida como la puerta de entrada a la Antártida, sembraron fuerza y coraje en los vecinos en necesidad al recolectar alimentos para ellos en unidad aunque también tienen un presupuesto ajustado.
Al hacerlo, sentimos que la opinión de la gente sobre nuestra iglesia estaba cambiando poco a poco.
“Los miembros de la Iglesia de Dios hacen buenas obras con sus acciones, no solo con sus labios.”
“Me gusta rendir el culto con todos juntos en casa. Se siente muy bien que mi familia se esté volviendo más armoniosa.”
“Su conducta me hace pensar que las enseñanzas de su iglesia son buenas. Quiero estudiar la Biblia cuando tenga la oportunidad.”
“Quiero unirme al servicio voluntario de su iglesia. Estoy seguro de que es una buena iglesia porque hace buenas obras.”
Sus amigos y colegas que antes no tenían interés en nuestra iglesia, e incluso los parientes que negaban con la cabeza o discutían con ellos cada vez que trataban de predicarles la verdad, comenzaron a escuchar las palabras. Algunos incluso llevaron artículos de socorro a la iglesia y pidieron que se usaran en el servicio voluntario.
Como hubo un giro al final de la fiesta de predicación, los hermanos estuvieron más ocupados que nunca. Tuvimos que esforzarnos el doble que antes porque teníamos que seguir las medidas preventivas contra la pandemia, pero pasamos un momento muy fructífero todos los días, sintiendo la necesidad de la ayuda de Dios con más intensidad que antes.
Al comprobar el resultado del evangelio después de la fiesta de predicación, todos nos sorprendimos. Más de 170 almas renacieron en Argentina y Uruguay. Sobrepasamos nuestra meta. Nos sentimos más alegres y agradecidos porque la mayoría de los hermanos nuevos eran aquellos que no habían mostrado ningún interés en la verdad o se habían opuesto a ella aunque la conocían desde hacía mucho tiempo.
Aunque es difícil ir a otra ciudad u otro país a predicar el evangelio como lo hacíamos antes, las puertas cerradas se abren y los corazones congelados se derriten, y la obra de Dios se cumple sin falta cuando seguimos difundiendo diligentemente el amor a las personas que nos rodean. Nos dimos cuenta de esto a través de la Fiesta de Predicación “Hogar Feliz”.
Algunos se lamentan por la triste realidad y dicen: “No podemos hacer nada por ahora. No tenemos ninguna esperanza”. La gente necesita más consuelo y esperanza que nunca. Por eso queremos predicar y poner en práctica el amor del Padre y de la Madre con más diligencia. Ahora somos cuidadosos incluso para dar palabras reconfortantes a las personas, pero nada es imposible mientras tengamos amor. Es porque la gente finalmente sentirá nuestra sinceridad, y Dios ayuda con su poder a los que predican el amor. Creo que las nuevas de la salvación se predicarán en Samaria y hasta lo último de la tierra en poco tiempo si continuamos difundiendo el amor poco a poco con diligencia.