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Entendimiento

Cómo recibir respuesta a nuestras oraciones

2020.10353
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  • Pensé que mi fe era suficientemente buena, nunca tenía dudas sobre la verdad, y las preguntas que surgían siempre eran respondidas con la Biblia. Con todo mi corazón deseaba que siempre mi fe se mantuviera así, ya que siempre escuchaba a mis hermanos mayores en la fe hablar de que debíamos resistir hasta el final, que no debíamos caer. No entendía muy bien pues mi fe nunca había dudado, y tampoco entendía por qué la fe de mis hermanos decaería si todos habíamos sido apacentados con las mismas palabras de Dios.

    No obstante, hace un tiempo surgieron situaciones que escaparon de mis manos, hasta llegar al punto en el que casi me di por vencida en el camino del evangelio. El arrepentimiento de no haber podido controlar aquella situación y la frustración se juntaron muy rápido, tanto que sentí que me ahogaba. Afortunadamente, con la ayuda de la Madre no dejé la verdad y pude estabilizar mi situación. Cuando menos me lo esperaba, al regresar a Sion mi fe no era la misma. Entré en un estado de desesperación constante y lloraba a cada momento. Desde ese momento mi fe no avanzaba, y más tarde incluso tenía dudas de la verdad.

    Mientras tanto, leí la historia de una mujer cananea que recibió la gracia de Dios. Hace dos mil años, la salvación y los milagros de Jesús no eran para los gentiles. Sin embargo, Jesús le dijo a una mujer cananea que le clamaba ansiosamente por expulsar a los demonios de su hija: “Grande es tu fe”, y al final Él le concedió su deseo(Mt. 15:21-28).

    Todo este tiempo siempre ponía mis pensamientos y mi lógica en mis oraciones. Pensaba: “Quizá Dios no quiera conceder mi deseo porque soy una hija mala o porque no lo merezco”. Todas mis peticiones siempre iban acompañadas de lógica y dudas. Ni siquiera yo misma me habría concedido lo que pedía, entonces pensé que Dios tampoco me escucharía.

    Pero cuando leí esta historia me puse a pensar: “Jesús incluso concedió el deseo la mujer cananea que era una gentil. ¿No debería concedérmelo con mayor razón a mí que soy hija de Dios Elohim?”. En ese momento me di cuenta de que no se trataba de si lo merecía o no, porque en realidad todos somos pecadores, así que no merecemos nada; se trataba de si tenía fe o no.

    Yo también quiero tener una fe como la de la mujer cananea. Ya que soy hija del Padre y la Madre, tengo que seguir avanzando; para ello necesito fe para agradar a Dios y pedir su guía en lo que resta del camino.

    Deseo que todos los hermanos y hermanas de Sion pidan más fe y ayuda a nuestro Dios. Así como Dios, al ver la fe de la mujer cananea, escuchó su oración aunque ella no era escogida, definitivamente escuchará nuestras oraciones porque somos sus verdaderos hijos.
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