Sembré en macetas unas raíces de lirio que recibí como regalo. Las raíces que parecían cebollas secas y negras, brotaron firmemente en uno o dos meses y formaron capullos.
Las flores se veían tan hermosas que traté de trasladarlas a Sion para mostrárselas a los hermanos. Justo a tiempo, había estudiantes en la puerta principal y me ayudaron a mover las flores. Me llenó de alegría la idea de apreciar los lirios junto con todos, sin darme cuenta de que el agua fangosa se escurría de las macetas que habían estado bajo la lluvia el día anterior. Solo después de colocar todas las macetas en su lugar, descubrí que el suelo estaba cubierto de barro; me sentí aturdida. Entonces los hermanos estudiantes trajeron fregonas para limpiar el suelo. Aunque nadie los obligó a limpiar, lo hicieron como si fuera su propio trabajo. Fue asombroso y maravilloso ver a los miembros estudiantes ofrecerse con alegría incluso en las cosas pequeñas con mucho amor por Sion.
Al igual que las feas raíces de los lirios que se convierten en flores magníficas, produciendo tallos poderosos con nutrientes y energía extraídos del suelo, los miembros estudiantes, que parecían pequeños, están creciendo rápidamente, llenando su corazón con el infinito amor de Dios y sus enseñanzas. Las flores hermosas y fragantes no eran los lirios, sino los estudiantes de Sion.