“Dios desde los cielos miró sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido que buscara a Dios. Cada uno se había vuelto atrás; todos se habían corrompido; no hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno.” (Sal. 53:2-3)
Cuando llegué a leer este versículo de la Biblia, me sentí desconsolado. Pequé contra el Padre y la Madre celestiales, traicioné su santo amor y me aparté de Ellos. Incluso después de haber sido arrojado a esta tierra para vivir en este mundo lleno de oscuridad, nunca intenté buscar al Dios verdadero. Aunque soy yo quien necesita a Dios, y no Él a mí, nunca hice mucho esfuerzo por buscarlo.
En cambio, el Padre y la Madre celestiales son los que hicieron todo el esfuerzo, preocupándose por mi salvación. El Padre y la Madre descendieron voluntariamente a esta tierra en la carne y se humillaron para guiarnos por el camino correcto hacia el reino de los cielos.
Con todo mi corazón y mi alma, realmente quiero agradecer al Padre y la Madre celestiales por su venida solo para buscarnos y bendecirnos, a los pecadores, con la salvación.