Hay un cántico nuevo que, de manera especial, me hace anhelar ver a nuestra Madre celestial: «Buenos frutos del Espíritu». Cada vez que lo canto, me emociono tanto que se me hace un nudo en la garganta, y las lágrimas ardientes me corren por las mejillas. Aún no se me borra la emoción de aquel día en que lo ofrecimos en alabanza con el coro del área de señores. Fue un momento realmente conmovedor y lleno de felicidad.
Este cántico despliega, como en un lienzo imaginario, los años que nuestra Madre celestial ha caminado en esta tierra buscando a sus hijos pecadores.
“Con su aroma atrae a su flor mariposas / Una flor que por la brisa cae y lleva fruto / y deja semilla de bondad / ¡Qué bonito el aspecto de su florecer! / El almendro se llena de hojas tan doradas / Su amor cultivado da su fruto al final / Lleva al cielo a sus hijos como buenos frutos” (Del cántico nuevo: «Buenos frutos del Espíritu»)
Una flor hermosa, con su delicada forma y color, brinda felicidad y alegría a las personas, y con su fragancia hace olvidar la fatiga y las dificultades. Nuestra Madre vino a nosotros como la radiante flor de almendro, abriendo una a una las puertas cerradas de nuestros corazones. Esparciendo semillas de vida por todo el mundo, ha derramado abundantemente el agua de la vida sobre sus hijos con su amor sublime y noble.
Deseo de todo corazón que los hijos e hijas de Dios, esparcidos por el mundo, regresen pronto al seno de la Madre celestial, y que glorifiquen y alaben al Padre y a la Madre con cánticos nuevos llenos de belleza y emoción. Yo también me esforzaré por llevar abundantes frutos del amor con un corazón semejante al de nuestra Madre, para completar la obra del evangelio del reino de los cielos.