Desde que alcancé la edad adulta, he trabajado en diversos lugares, como restaurantes de cortes de carne, tiendas de conveniencia y cafeterías. Durante ese período, desarrollé una habilidad personal fundamental: el uso adecuado de las palabras «¡Gracias!» y «¡Disculpe!».
Cuando empecé mi primer trabajo a tiempo parcial, me enfrenté a un obstáculo inesperado: tener que decir «Gracias» sin sentir gratitud y «Disculpe» sin sentir culpa. Pensaba: «¿Es esto realmente algo por lo que agradecer?» o «Esto no es culpa mía…», por lo que me resultaba difícil pronunciar esas palabras.
Con el aumento de mi experiencia y afrontar diversas situaciones, entendí que estas expresiones no se limitan a los momentos de gratitud o culpa. Incluso en situaciones que no requería un agradecimiento especial, pronunciar un «Gracias» lograba dibujar una suave sonrisa en los rostros de los clientes. Y aunque yo no había cometido ningún error, al decir «Disculpe» las arrugas del entrecejo de mi jefe se disipaba. Comprendí entonces que decir «Gracias» o «Disculpe» es un acto de empatía, una forma de compartir emociones, brindar consuelo y practicar el amor hacia los demás.
Al pensar que una sola palabra puede ejercer una influencia positiva en el prójimo y ser una forma de practicar el amor, las expresiones de gratitud y de disculpa surgen ahora de forma natural. Por ello, no solo en mis trabajos a tiempo parcial, sino también en Sion, practicaré el amor sin escatimar las expresiones: «¡Gracias!» y «¡Disculpe!».