El “Mirador de la Luna” en Angola, África, es un conocido destino turístico. Su llamativa tierra roja y su terreno rocoso le dan una apariencia lunar, de ahí su nombre.
Al situarme frente al acantilado, me quedé sin palabras. Capas de tierra roja y rocas grisáceas se extendían en curvas y pliegues, y debajo se abrían profundos barrancos. Sentí como si estuviera contemplando una inmensa obra maestra pintada por Dios.
Los acantilados no se forman de un momento a otro. Durante millones de años, el viento y la lluvia los esculpen lentamente, creando una obra maestra moldeada por la mano de Dios, una que ningún escultor humano podría imitar.
De pronto comprendí:
“A mí también me está moldeando Dios de esta manera.”
Aunque no podamos verlo ni sentirlo, nuestro Padre y nuestra Madre celestiales nos están moldeando silenciosamente para reflejar la gloria del cielo. Al igual que estos majestuosos acantilados, deseo convertirme en una obra bella, llena del amor de Dios, y en una hija que le cause alegría.