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Fragancias de Brotes Verdes

El momento en que descubrí la posibilidad de una vida bendecida

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  • Mi lugar de origen es un pequeño pueblo en la isla de Negros, en las Bisayas de Filipinas. Es una zona tranquila y sencilla, rodeada de montañas y selvas. Para viajar desde Parañaque, Metro Manila, donde actualmente resido, hasta mi pueblo natal se necesitan dos días tomando autobús y barco.

    Dejar mi hogar para buscar un futuro mejor nunca fue una decisión fácil. Tenía que separarme de mi familia amada y era la primera vez que viviría sola. No tenía a nadie en quien apoyarme, ni alguien que me consolara o aconsejara.

    Aun así, logré soportarlo. Tenía días muy apretados por los estudios y el trabajo a tiempo parcial, y en mis días de descanso veía “mukbang” (vídeo de comida) en YouTube para aliviar la soledad y el cansancio. Pensaba que eso era todo de mi vida, al menos hasta que conocí a los miembros de Sion.

    Un día, en la calle, me encontré con los miembros de la Iglesia de Dios que predicaban con fervor sin importar el calor extremo ni el sol intenso. Como en mi niñez asistía a la única iglesia de mi pueblo y cumplía el rol de líder juvenil, y desde que llegué a Parañaque llevaba tiempo buscando una iglesia a la que pudiera asistir, me alegré sinceramente. Decidí escuchar lo que predicaban.

    Entre quienes me predicaron había una hermana coreana. Más que sorprenderme que alguien de Corea predicara la palabra, me impactó descubrir que la existencia de Dios Madre estaba registrada en la Biblia. También me impresionó profundamente la enseñanza de que solo guardando la ley del nuevo pacto, establecida por Dios, se puede recibir la salvación. Nunca antes había escuchado una enseñanza tan clara y profunda. Antes solo me habían enseñado que con creer en Dios habría buenos resultados. Por eso no sabía qué tipo de fe debía tener, cómo obedecer la voluntad de Dios, ni qué cosas debe evitar quien desea ser hijo de Dios. Mi idea vaga de que conocía bien a Dios y de que lo seguía correctamente se desmoronó en la Iglesia de Dios.

    “El Padre y la Madre celestiales vinieron hasta esta tierra para buscarme y salvarme. La vida en este mundo no lo era todo.”

    En aquel lugar al que me aferré buscando una vida mejor, descubrí la auténtica posibilidad de una vida bendecida.

    Además de la verdad perfecta de principio a fin, igual de maravilloso fue el cálido amor de la familia de Sion. Cada vez que llegaba, los miembros me saludaban con cariño: “Dios la bendiga mucho. ¿Cómo está?”. El misionero tampoco era autoritario; enseñaba siempre con consideración y escuchaba mis preocupaciones. Con el tiempo entendí que ese interés y amabilidad hacia los demás no eran algo temporal ni por compromiso. También comprendí que ese amor y altruismo provenían del Padre y la Madre celestiales.

    Quería jactarme de la felicidad de Sion, donde están nuestros Padres y hermanos espirituales. Quería invitar a mi familia, a quien extraño, y también a cada persona que encuentro en el camino, a recibir bendiciones junto conmigo. Por eso compartí la verdad por videollamada con mis padres y mis seis hermanos, y acompañé a los hermanos cuando salían a predicar. Poco después comencé a trabajar en un turno nocturno; mi energía disminuyó y mi tiempo libre se redujo, pero si uno tiene un corazón sincero, siempre existe la oportunidad de predicar. Muchos hermanos ya estaban trabajando arduamente en la obra del evangelio mientras soportaban el turno nocturno y reducían su descanso diurno. Yo también deseaba convertirme en alguien que, siguiendo el ejemplo del Padre y la Madre celestiales, se dedicara a anunciar la verdad. Aunque en la práctica resultaba agotador, nunca dejé de caminar. Al pensar en el sacrificio y la paciencia del Padre y la Madre, quienes vinieron desde el extremo del oriente para que yo, que estoy en la lejana Filipinas, pudiera recibir la verdad, mi cansancio no era nada. Al recordar que salvar a una sola alma perdida es su mayor gozo, renacía incluso la fuerza que no tenía.

    Gracias a Dios, mi hermano menor recibió a Dios Elohim; y un universitario, que conocimos durante la predicación, también renació a una nueva vida y ahora crece firmemente en la fe. Hace poco, mientras predicábamos con un equipo misionero de corto plazo que llegó desde Corea, aprendimos muchas cosas. Algunos hermanos tenían un dominio limitado del inglés, pero aun bajo el calor intenso, con el rostro enrojecido y la ropa empapada en sudor, se esforzaban por predicar una palabra más; eran la viva imagen de la pasión. Quería ayudar de cualquier manera a esos hermanos que predicaban desde la mañana hasta muy tarde, y cuando juntos llevamos fruto, la alegría fue indescriptible. Comprendí una vez más que ningún entorno visible ni obstáculo puede detener la obra de Dios.

    Esa valiosa experiencia se convirtió en la base para preparar mi primera misión a corto plazo. Será un viaje de predicación a otra isla donde aún no se ha establecido Sion. Ya siento mucha emoción. Oro para que pronto se establezca Sion en esa región y también en mi pueblo natal. La Sion más cercana a mi pueblo está a siete horas en autobús. A veces siento mucha presión al pensar cómo llegará el evangelio a mi pueblo y cuándo se establecerá Sion allí, pero no quiero dejar que otra persona lo haga en mi lugar. Predicaré con toda mi voluntad siempre que tenga oportunidad. También estudio la palabra todos los días para poder testificar la verdad con claridad y valentía, sin importar a quién me encuentre.

    Agradezco profundamente esta vida emocionante en la que puedo dar a conocer al Padre y a la Madre celestiales, quienes me valoran más que su propia vida y vinieron a esta tierra, y compartir la bendición de la salvación con muchas personas. Todos los miembros de Filipinas anhelan que se establezcan mil Siones en todo el país. Espero sinceramente que ese deseo se cumpla, y continuaré esforzándome por seguir las huellas del Padre y la Madre.
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