Reflexionemos sobre qué virtudes necesitamos para una unidad perfecta.
Convirtámonos en adultos verdaderamente maduros que cumplan con sus deberes como adultos haciendo crecer nuestra fe paso a paso.
Se nos concedió la misión más maravillosa.
Es el secreto del éxito en nuestra vida de la fe.
“Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.” (Mt. 4:19)
Día a día, más almas crecen saludablemente en Sion, donde fluye el agua pura de la vida y está llena de aire de amor. Así que el futuro de nuestro evangelio es muy brillante.
“sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir;” (1 P. 1:15)
Para nosotros es mucho más fácil cambiar que no cambiar.
¿Sentimos lo mismo con nuestra vida de la fe? Revisemos nuestra lista de prioridades espirituales y averigüemos si hemos guardado lo que necesitamos descartar, y viceversa.
“¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis.” (1 Co. 9:24)
Debe haber un movimiento activo para alcanzar esa esperanza. ¡Estemos equipados con fe y amor, y corramos con todas nuestras fuerzas hacia el reino de la vida eterna!
Por tanto, pidamos ayuda a Dios, quien convierte al menor en un pueblo fuerte.
El agua de la vida, que cambiará al mundo con el amor de la Madre, fluye hacia el mar, siguiendo el camino del evangelio que abrió el Padre.