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Entendimiento

Remisión incondicional

2020.04273
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  • El sector contable y financiero a menudo se ocupa de las deudas. Una deuda es un monto de préstamo más los intereses, y el interés de la deuda se calcula a la tasa de interés asociada con un tiempo asignado. En el caso de un individuo que tiene una enorme deuda que no puede pagar, hay una manera de recuperar su actividad económica personal. Es el sistema de alivio de la deuda (cancelación). El deudor pagará solo cierto monto de la deuda, y la deuda restante será perdonada. Esto hace que el acreedor pierda el monto de la deuda que se perdona, porque no se paga.

    Por supuesto, hay muchos requisitos complejos para que un deudor sea condonado de su deuda, y su reclamo puede no ser aceptado porque pasa por un tribunal, el cual confirma la decisión de cancelación considerando la actitud del deudor. Es difícil recibir la cancelación de la deuda, pero para el deudor, es la única salida. En efecto, un sistema similar está en la Biblia.

    Mt. 18:23-27 “Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. A éste, como no pudo pagar […]. El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda.”

    Aunque se perdone solo una parte de la deuda, es una pérdida para el acreedor. Si se perdona todo, debe de significar un gran daño para el acreedor. ¿Quién en la tierra permitiría esto?

    Jesús nos enseñó la cancelación espiritual, el perdón de pecados, a través de la parábola. En este mundo, una parte de la deuda o el interés del monto original se condona, pero en el sistema celestial, se perdona el castigo de los pecadores. Dado que el objeto del perdón no son los bienes sino los pecados, tendrá un efecto muy perjudicial para el acreedor éticamente.

    La Biblia testifica que la humanidad pecó contra Dios en el cielo, y que la paga del pecado es muerte (Ro. 6:23). En otras palabras, solo si morimos, nuestros pecados desaparecerán. Sin embargo, aunque nos liberemos de nuestro pecado con la muerte, no tendría sentido porque ya no existiríamos. No podemos llevar nuestros pecados.

    No obstante, Dios perdonó todos nuestros pecados como el rey en la parábola que perdonó una enorme deuda de diez mil talentos. Si todos nuestros pecados son perdonados por la cancelación incondicional, significa que no habrá una recompensa para Dios, la víctima de nuestros pecados. A pesar de eso, Dios pagó por todos nuestros pecados a través de la sangre del nuevo pacto. Esto significa que Dios estará en el lugar del deudor, nosotros, que estamos en peligro de la muerte eterna. Dios, quien sabe que no podemos pagar nuestra deuda, derramó su preciosa sangre para pagarla completamente en lugar de nosotros (He. 9:22).

    Dios es la víctima, pero perdonó nuestros pecados y pagó en lugar de nosotros. La razón por la que se puede aplicar un sistema tan inusual es que Dios es nuestros Padres. ¿Quién en el mundo se sacrificaría por los pecadores y pagaría por sus pecados? Solo su padre y su madre. Los padres dan amor incondicional a sus hijos, incluso su vida.

    Los Padres celestiales establecieron la ley del perdón de pecados dando su vida. Es la Pascua del nuevo pacto. Dios dijo que si guardamos la Pascua, Él pagará nuestros pecados incondicionalmente (Mt. 26:26). Del mismo modo, la Pascua contiene el sacrificio de Dios que llevó nuestros pecados solo porque somos sus hijos.

    Muchos malinterpretan la relación entre Dios y nosotros como amos y siervos, o acreedores y deudores, pensando que obtenemos la salvación en la forma de dar y recibir. Sin embargo, hemos visto el sacrificio unilateral de Dios por nosotros hasta el punto de la muerte. Si nos hemos dado cuenta de esto, no podemos decir que somos perdonados por nuestros actos de dar algo a Dios. Por el solo hecho de que Dios derramara su sangre para perdonar a los deudores celestiales que no pueden ser perdonados ni pagar su deuda, podemos darnos cuenta de que Dios es verdaderamente nuestro Padre y nuestra Madre espirituales.

    ¿Acaso los pecados que cometimos en el cielo eran tan ligeros que nosotros pudimos ser perdonados? ¡Por supuesto que no! Eran tan graves y pesados que no podíamos pagarlos con ningún esfuerzo, por eso nuestros Padres celestiales los cargaron en vez de nosotros. Para retribuir su gracia debemos participar en guiar a siete mil millones de personas al perdón de pecados y cubrir las faltas de nuestros hermanos tal como Dios perdonó nuestros pecados sin ningún costo. Demos gracias eternamente a nuestro Padre y a nuestra Madre celestiales por restaurar nuestro derecho de convertirnos en hijos celestiales y concedernos el eterno reino de los cielos.
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