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El amanecer de un nuevo día 2

2021.03266
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  • #4
    —Si cualquiera pudiera unirse a la Marina, nunca habría escogido la infantería de Marina.

    Entre 270 reclutas, había uno llamado Han-pil que finalmente se unió al equipo de búsqueda en su tercer intento. En su primer intento, fracasó porque reprobó el examen físico, y en su segundo intento no pudo nadar debido a la hipotermia. Sin embargo, trató una vez más de lograr su sueño, siguiendo los pasos de su padre.

    Él estaba orgulloso de su padre y lo respetaba. Al igual que la mayoría de los exinfantes de Marina, había muchas similitudes entre el padre de Han-pil y el padre de Min-guk: ambos tenían un firme espíritu militar y estaban muy orgullosos de ser exinfantes de Marina. A Min-guk no le gustaba Han-pil a causa de su debilidad y la diferencia en la manera de pensar acerca de sus padres. No obstante, a Han-pil parecía no importarle lo que Min-guk pensara de él.

    Mientras estaba en el campo de entrenamiento, Min-guk se acercaba poco a poco a Han-pil, y también a todos los demás reclutas. Ya que pasaban momentos difíciles juntos, su amistad se hizo más y más profunda. No obstante, su firme camaradería no podía impedir que sus párpados cayeran. Después de días sin dormir, empezaron a experimentar alucinaciones visuales y auditivas.

    —Esto no es una simulación. ¡Es real! ¡El cuerpo puede vivir cuando el espíritu está vivo!

    No podían evitar quedarse dormidos aunque el instructor les gritaba y echaba agua fría. Entonces, de repente alguien empezó a cantar “El corazón de la madre”.

    Madre, usted olvida todo el dolor de la labor del parto;
    trabaja día y noche para criar a sus hijos sin descanso.
    Cuidando de todos sus hijos en sus brazos amorosos
    hasta que sus manos y pies se hieran, sufre por nosotros.
    ¿Qué otra cosa bajo el cielo podría ser más amplia que su amor?
    El sacrificio de la madre no conoce límites y dura para siempre.

    A medida que los reclutas empezaban a cantar, la canción hizo eco en el cielo nocturno. Se despertaron y lágrimas brotaron de sus ojos. Entonces irrumpieron en lágrimas de añoranza. Min-guk recordó el documental acerca del soldado que había visto con su padre, y pudo comprender por qué el soldado tenía la fotografía de su madre en su bolsillo durante su áspera travesía. Además, pudo sentir el ferviente compañerismo y el espíritu militar de su padre y el de los soldados del Ejército de la Independencia a quienes su padre respetaba.


    #5
    Si alguno se lesionaba durante el entrenamiento, sería rechazado, según la decisión del médico. Aunque los demás reclutas trataban de consolarlo, diciéndole que todavía tenía una oportunidad, el recluta herido no dejaba de llorar, sintiéndose apenado por tener que abandonar la actividad militar. Los nombres de los 46 reclutas rechazados fueron borrados de la lista del cuartel.

    Con el paso de los días, la fuerza de los reclutas llegaba a su punto culminante. El entrenamiento se hizo más y más severo. Para los reclutas que tenían que arrastrarse sobre las rodillas si tenían que hacerlo, la única manera de avanzar era caminar adelante. Avanzando, apretando los dientes, los reclutas finalmente llegaron a la línea final. El campo de entrenamiento que parecía que duraría para siempre, finalmente terminó.

    —¡Felicitaciones! ¡Ustedes han superado sus limitaciones y finalmente se han convertido en vencedores! ¡Les deseo salud y victoria en la guerra!

    Cuando el entrenador proclamó el final del entrenamiento, los reclutas se abrazaron con un grito. Esto fue posible porque eran jóvenes y estaban con otros compañeros reclutas que no soltaron sus manos cuando estaban exhaustos. Min-guk y Han-pil también sostuvieron sus manos mutuamente.

    Los instructores caminaron alrededor de cada pelotón y pusieron una insignia roja en el lado derecho del pecho de cada recluta.

    —¡Buen trabajo!

    No hubo recluta que pudiera contener las lágrimas cuando los instructores dijeron esto. Las lágrimas también rodaron por las mejillas de Min-guk.

    En el cuartel, Min-guk se quitó los calcetines que tenía pegados a los pies y que se habían convertido en cuero. Su piel estaba cubierta de sal blanca de sudor seco. Por su mente pasaron como un destello los momentos vividos la semana pasada, cuando practicaba natación una y otra vez y corría de aquí para allá con un bote de goma sobre la cabeza. Mirando sus pies magullados, recordó su niñez.

    —Papá, ¿por qué sus pies son tan feos?

    Hasta llegar a la pubertad, tenía una estrecha relación con su padre. Cuando era joven, le gustaba conversar con él.

    —¿Mis pies se ven extraños?

    —Sí, papá.

    —Bien, estas son medallas que obtuve mientras te protegía —dijo a su hijo acariciando su cabeza.

    —¿Una medalla que recibió por protegerme? —pensó.

    Mirando sus propios pies, Min-guk comprendió que había olvidado por mucho tiempo los pies de su padre llenos de cicatrices y callos. Su padre debe de haber obtenido más medallas mientras protegía a su hijo, su familia y su país, pero a medida que entraba en la adolescencia, los pies de su padre ya no podían captar la atención de Min-guk.


    #6
    Min-guk vio nuevamente los pies de su padre en el hospital. Después de escuchar la noticia del accidente de su padre, pidió un permiso y lo visitó. Al ver a su padre tendido en la cama como un cadáver, quedó destrozado.

    Mientras estaba en el hospital con su madre por unos días, masajeaba en todo momento los pies de su padre. Los pies de su padre donde las medallas estaban profundamente grabadas ya no eran feos. Eran los pies más hermosos del mundo. Mientras Min-guk masajeaba los pies de su padre, decidió tener gloriosos pies como los de él y permanecer a su lado.

    Después de regresar a la base, se esforzó más y más. El frío, el hambre, el sueño, el temor, el dolor… El tiempo que había cultivado su fortaleza física y mental para superar el ambiente más pobre que un hombre podría enfrentar, era en verdad una lucha contra sí mismo. Cada vez que se cansaba, pensaba en su padre. Su padre también debe de haber luchado. Él deseaba desesperadamente y con una firme voluntad que su padre despertara.

    La madre dio la bienvenida a su hijo que había concluido su servicio militar, en la unidad de cuidados intensivos. Ella había adelgazado y su cabello había encanecido. Para ella no existía el sueño ni el descanso, pues tenía que alimentar a su padre que estaba en estado vegetativo con comida y agua a través de un tubo que estaba conectado a su nariz, bañarlo, cambiar las sábanas de la cama y mover su cuerpo cada dos horas para evitar que le salieran escaras.

    —¡Terminé el servicio militar!

    Su saludo no lo hizo en voz alta porque estaban en la habitación del hospital, pero su voz fue firme y sus ojos brillaban.

    —Hijo mío, estoy muy orgullosa de ti.

    La madre palmoteó su espalda mientras secaba sus lágrimas.

    Entonces Min-guk también levantó su mano saludando a su padre. ¡Pero en ese instante algo ocurrió!

    —¡Su dedo pulgar! ¡Mamá, papá está moviendo su dedo!

    Min-guk gritó. Su padre estaba moviendo sus dedos.

    La madre miró sorprendida el rostro de su hijo.

    —Padre, ¿puede pestañear? —preguntó Min-guk tranquilizándose.

    Entonces su padre pestañeó. Y lo hizo una vez, dos veces…

    —¿Puede reconocerme?

    Entonces el padre apenas asintió con la cabeza. Había reconocido a su hijo. La madre sostuvo la mano de su hijo y se estremeció. Lágrimas corrieron por su rostro. Min-guk también lloró. En ese momento, entró una enfermera en la habitación, pero volvió a salir sorprendida.


    #7
    Muy temprano, los taxis y automóviles tocaban sus bocinas, pidiendo la concesión a la entrada del terminal de autobuses. Las grúas y los camiones mezcladores estaban ocupados entrando y saliendo del campo de construcción cubierto con redes de seguridad.

    Los pasajeros corrían hacía la plataforma, llamando sus nombres, porque su hora de salida se acercaba. Un grupo de mujeres entraba en la sala de espera con mucho equipaje para tomar un autobús para el viaje. Surgió una discusión entre un borracho y un repartidor.

    —Supongo que te veré en la educación familiar para la seguridad militar.

    El padre que estaba sentado en una silla de ruedas estrechó la mano de su hijo. Min-guk dio a su padre un fuerte abrazo.

    Min-guk decidió ser oficial militar, y fue aceptado. El padre se sentía orgulloso de su hijo vestido con el uniforme de oficial de la Marina.

    —A partir de ahora, protegeré este país. ¡No se preocupe! ¡Por favor cuídense mucho, padre y madre!

    Min-guk saludó. El joven marino se veía imponente y seguro. El padre y la madre despidieron a su hijo hasta que dejaron de ver el autobús. Min-guk grabó esta escena en lo profundo de su corazón. Cuando el autobús estaba por salir, empezó a iluminarse afuera. La brillante luz de un nuevo día se vislumbraba.
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