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Entendimiento

La luz del amor que salva vidas

2021.01187
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  • En nuestra Sion de Yelahanka, tenemos algunas plantas en la entrada, incluyendo un rosal, y están ordenadas en la misma fila, creciendo muy bien. Un día, mientras cambiábamos el lugar de las plantas, colocamos el rosal en la parte de atrás, donde no había luz solar. Unos días después, mientras todas las demás plantas crecían bien, el rosal no lo hacía y sus hojas caían una a una, aunque lo regábamos y fertilizábamos. Así que lo cambié de lugar y lo mantuve en donde pudiera recibir la luz del sol.

    Debido a la COVID-19, no pude ir a Sion por unos días. Después de tres días, fui a Sion a limpiar. De repente, recordé que no había cuidado de las plantas, así que fui a regarlas. Para mi sorpresa, el rosal había crecido bien y los capullos de rosa estaban a punto de florecer.

    No podía entender cómo habían crecido del arbusto. Entonces recordé cuando estaba en la escuela. Para que una planta crezca, necesita tres cosas: tierra, agua y luz. Al utilizar la energía luminosa, todas las plantas llevan a cabo la fotosíntesis en el día y producen sus nutrientes, por lo que necesitan luz. La luz es muy esencial para el crecimiento de las plantas. Me alegró ver que el rosal había revivido y producido hermosas y fragantes rosas.

    Inesperadamente, una diaconisa, la esposa del jefe de templo, me preguntó por una hermana. Hace unos meses, una hermana se fue desanimada a su ciudad natal por algunos problemas. No entendí su corazón y ni siquiera pensé en hablar con ella. La diaconisa me preguntó por la hermana, pero no pude responderle bien. Me sentí avergonzada y muy triste, pensando que no la había cuidado bien.

    Acababa de llegar a casa y de repente recibí una llamada de la hermana. Aunque me sentí avergonzada, compartí la palabra de la Madre celestial con ella. Sorprendentemente, la hermana dijo: “Antes, estaba en la oscuridad, pero ahora siento que me he acercado a la luz”.

    Quedé impactada, recordando el rosal que recibió luz y revivió. Le pedí perdón y le dije que lo sentía. Luego ella respondió “la amo”, y agregó: “Aunque estamos separadas, somos un solo cuerpo”. Al día siguiente, guardó todos los cultos. Me alegró mucho ver que la luz de la Madre celestial revivió su alma y la hizo crecer espiritualmente.

    Como dice la Biblia: “El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos” (1 Jn. 2:9-11), yo estaba en tinieblas; estaba espiritualmente cegada. De acuerdo con la sincera petición del Padre: “Apacienta mis corderos y pastorea mis ovejas”, es mi deber del evangelio cuidar bien de mis hermanos con el espíritu de adopción. Pero me avergüenzo ante el Padre y la Madre por no haber sido fiel en cuidarlos sinceramente hasta ahora. Sin embargo, el Padre y la Madre me han guiado a la luz.

    Así como el rosal solo puede vivir cuando recibe luz, la humanidad puede recibir una nueva vida cuando recibe a Dios, la fuente de luz, y escucha sus palabras. De ahora en adelante, compartiré diligentemente el amor de la Madre celestial con mis hermanos, y cumpliré mi deber en el evangelio con toda sinceridad. Padre y Madre, ayúdenme a amarlos como Ustedes me aman. Doy gracias eternas al Padre y a la Madre celestiales por concederme este entendimiento.
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