Hace dos años, cuando las misiones extranjeras se reanudaron tras haber sido suspendidos durante la pandemia, la misión en el extranjero se reanudó, y pude participar. Mientras me preparaba para una misión de corto plazo, escuché un Cántico Nuevo titulado “En el corazón del Padre”. En ese momento, mientras pensaba con qué corazón debía participar en la misión, sentí como si el Padre mismo me guiara suavemente hacia la respuesta.
"Para deshacer mi duro corazón, escribió el Padre con seriedad, sin apenas dormir ni descansar… Voy a estar hoy en mis sueños en sus brazos de ilusión y el amor que guardo le confesaré”. (Del Cántico Nuevo “En el corazón del Padre”).
Agradecida por la valiosa oportunidad de participar una vez más en la misión del evangelio en el extranjero, anhelaba convertirme en una profetisa digna de tal llamado. Aunque son necesarias habilidades lingüísticas destacadas y una dedicación incansable para recorrer el camino del evangelio, aquel Cántico Nuevo me inspiró a imitar el corazón del Padre: Su sacrificio lleno de un profundo anhelo por salvar incluso a una sola alma. Desde ese día, oré para no olvidar jamás el amor y el sacrificio del Padre celestial mientras me dedicaba a la obra del evangelio.
Durante la misión de corto plazo, para no olvidar mi resolución, comenzaba cada mañana escuchando “En el corazón del Padre” y, al caer la noche, cerraba los ojos con la esperanza de “estar en mis sueños en sus brazos de ilusión y confesarle el amor que guardo”. Incluso ahora, al escuchar este Cántico Nuevo, los recuerdos de aquella misión regresan a mi mente y mi corazón vuelve a encenderse con profunda emoción.
Al reflexionar sobre la letra, una vez más me comprometo a dedicar todo mi corazón al evangelio.
Guardo en mi interior el corazón del Padre, que pasó noches en vela escribiendo con sinceridad, sin apenas dormir ni descansar, y anhelo soñar recostada en Su hombro, envuelta en la paz y la dulzura del Reino de los Cielos.